
1 DE SEPTIEMBRE DEL 2025, INTERNACIONALES. Una nueva tragedia natural ha golpeado a Afganistán, dejando un saldo de más de 800 víctimas mortales y miles de heridos. Este devastador terremoto, de magnitud 6, no es un hecho aislado, sino la trágica consecuencia de la ubicación del país en una de las zonas geológicamente más activas del planeta: el cinturón Alpino-himalayo. Esta extensa cordillera, que se extiende desde Europa oriental hasta China occidental, es el resultado de la colisión de dos gigantescas placas tectónicas, la India y la Euroasiática, que se empujan una contra la otra a un ritmo de 45 milímetros por año. Esta presión constante es la que genera la mayoría de los sismos en la región, haciendo de Afganistán un territorio extremadamente vulnerable.
La violencia del sismo en esta zona sísmica también se explica por su escasa profundidad. Con un epicentro a solo 8 kilómetros bajo tierra, la energía del temblor no tuvo tiempo de disiparse, lo que lo hizo particularmente destructivo. Expertos señalan que aunque los terremotos en Afganistán no son los más fuertes del mundo, son increíblemente letales debido a su proximidad a las poblaciones y a las precarias condiciones de vida. La fragilidad de las construcciones, en su mayoría de adobe, hace que incluso sismos de magnitud moderada sean catastróficos. La vulnerabilidad de su población, más que la intensidad de los temblores, es la causa principal de la tragedia.

Un país vulnerable en el cinturón sísmico
La geografía de Afganistán se caracteriza por una compleja red de fallas geológicas, como la de Chaman o la de Hari Rud, que son capaces de generar terremotos de gran magnitud. La historia reciente del país está marcada por una serie de desastres sísmicos, incluyendo los de 2022 y 2023, que dejaron miles de víctimas. Un dato alarmante es que el promedio anual de muertes por terremotos en la última década supera las 188 personas. Sin embargo, las cifras de 1998 y 2002, con más de 4.000 víctimas por año, demuestran la magnitud de la tragedia cuando varios sismos fuertes ocurren en poco tiempo.
Los expertos también advierten sobre el riesgo de un «efecto en cascada». Un terremoto de gran intensidad como el ocurrido recientemente puede transmitir sus esfuerzos a fallas cercanas, aumentando la probabilidad de nuevos sismos en el futuro. Esto significa que el peligro aún no ha pasado para la población, que debe permanecer alerta no solo a las réplicas, sino también a la posibilidad de nuevos movimientos telúricos. Las carreteras cortadas y las aldeas en ruinas son un crudo recordatorio de la fragilidad del país ante la furia de la naturaleza.

La falta de infraestructura y la pobreza extrema agravan la situación. Las viviendas de adobe, comunes en las zonas rurales, se desmoronan con facilidad, y el colapso de los establos agrava las pérdidas económicas y los riesgos sanitarios. La UNOCHA ha advertido que el 95% de las casas en algunas aldeas afectadas quedaron totalmente destruidas, lo que pone de manifiesto la necesidad urgente de viviendas más seguras y resistentes. La población afgana es más vulnerable a los terremotos debido a sus condiciones de vida, no a que los sismos sean más fuertes.
El cinturón sísmico que atraviesa Afganistán no es exclusivo de esta región. Es una formación geológica de proporciones continentales que también ha causado algunos de los terremotos más notorios de la historia. Por ejemplo, el terremoto de 2005 en Pakistán, que se cobró más de 80.000 vidas, y el devastador sismo de 2015 en Nepal, que causó una gran destrucción en Katmandú, ocurrieron en el mismo sistema de fallas. Esto subraya que la sismicidad del cinturón Alpino-himalayo es un problema que va más allá de las fronteras de Afganistán y representa una amenaza constante para millones de personas en una vasta región que incluye partes de Turquía, Irán, India, y China.
