
El día 22 de agosto de 2025, el joven torero Manuel María Trindade, de apenas 22 años, perdió la vida tras ser embestido violentamente por un toro de 695 kilos durante su debut en la Plaza de Toros Campo Pequeno, en Portugal, cuando intentaba realizar una pega como miembro del Grupo de Forcados Amateir de São Manços. La fuerza del impacto lo dejó inconsciente al instante en la arena. El video del incidente se viralizó rápidamente en redes sociales, generando conmoción entre aficionados y críticos de la tauromaquia.
Los compañeros y banderilleros actuaron con rapidez: apartaron al toro y lo asistieron en el ruedo, antes de trasladarlo con ventilación asistida a la sala de emergencia, y posteriormente al Hospital São José en Lisboa. Allí, los médicos determinaron que sufría muerte cerebral tras un traumatismo craneal; falleció el pasado 23 de agosto. La tragedia ha reavivado el debate sobre los riesgos latentes en la tauromaquia y la necesidad de reflexionar sobre sus protocolos de seguridad.
De manera igualmente dolorosa, un espectador de 73 años, identificado como Vasco Morais Batista y presente en las gradas, también murió en el evento. Fue atendido por paramédicos de la Cruz Roja, trasladado al Hospital Santa María, donde le detectaron un aneurisma aórtico fatal. Esta doble tragedia –la del torero y la del público– evidencia que la violencia en la arena no afecta únicamente a los participantes, sino también a quienes acuden como espectadores.
La Asociación Nacional de Grupos de Forcados (ANGF) expresó su pesar mediante un comunicado en redes sociales: «Que el recuerdo y el ejemplo de valentía de Manuel María Trindade permanezcan vivos en el corazón de todos los que lo conocieron y admiraron». Aunque es un gesto de homenaje válido, algunas voces han criticado que no remite a la revisión de protocolos ni a una profunda reflexión sobre la seguridad en los espectáculos taurinos.
Como contexto complementario y generado con enfoque crítico, es pertinente recordar que, según registros, el accidente mortal del joven forcado no es un hecho aislado. De hecho, la lista de forcados muertos en la arena incluye a Trindade, quien falleció mientras intentaba una pega en Campo Pequeno, pero también a otros participantes en plazas taurinas anteriores. Esto pone en evidencia que las muertes en estos actos no son una eventualidad aislada, sino parte de una tendencia grave que debe atenderse desde la raíz: la revisión de la formación, equipamiento y los protocolos médicos y de intervención.
En un plano más amplio, conviene considerar cómo Portugal, donde ocurrió el incidente, tiene una tradición taurina distinta: desde 1836 prohíbe que se mate al toro en el ruedo, lo que ha moldeado una tauromaquia con su propia identidad. Pese a la tradición centenaria, la inherentemente peligrosa pega sigue vigente y mortal. Esto invita al sector taurino y a las autoridades a preguntarse si las normas vigentes —aunque distintas de las españolas o mexicanas— son suficientes para prevenir tragedias como la vivida por Trindade y el espectador.