
Con Atrapado robando, Darren Aronofsky sorprende al apostar por una comedia criminal fresca y cargada de humor negro, un giro inesperado en su filmografía marcada por dramas intensos y emocionalmente densos. Esta cinta, basada en la novela de Charlie Huston, combina acción, suspense y comedia de forma equilibrada y sorprendente.
Ambientada en el Nueva York de finales de los años 90, la historia sigue a Hank Thompson, interpretado por Austin Butler, un ex prodigio del béisbol cuya vida estable da un vuelco tras aceptar cuidar el gato de un vecino punk. Lo que parecía un favor inofensivo lo sumerge en una peligrosa maraña criminal, donde mafias rusas, judías y puertorriqueñas lo persiguen por un robo millonario que no comprende.
El elenco es una mezcla atractiva de estrellas: Zoë Kravitz aporta un contrapunto emocional; Bad Bunny encarna a un mafioso imponente; y completan el reparto figuras como Regina King, Liev Schreiber, Vincent D’Onofrio, Matt Smith y Carol Kane.
Aronofsky describe este proyecto como una oportunidad de divertirse, reconectar con el cine de los 90 y explorar la energía urbana de Nueva York desde una mirada ligera, pero con intensidad emocional. Y aunque el tono se suaviza, no pierde profundidad: según aseguró, los primeros minutos incluyen más humor que todas sus películas juntas.
La cinta llegará a los cines el 29 de agosto de 2025 en Estados Unidos y otros mercados internacionales, con México recibiéndola oficialmente el 28 de agosto. La fotografía estuvo a cargo de Matthew Libatique, con producción de Protozoa Pictures en colaboración con Sony Pictures
El giro estilístico de Darren Aronofsky con Atrapado robando ha sorprendido tanto a críticos como a su base de seguidores. Conocido por obras intensas y existenciales como Réquiem por un sueño, El cisne negro o La ballena, este nuevo proyecto marca un cambio radical en su narrativa, alejándose del sufrimiento introspectivo para abrazar el caos cómico y la violencia estilizada de una historia callejera con tintes noventeros. Es, según él mismo ha dicho, una oportunidad para “bajar el ritmo del sufrimiento y divertirse haciendo cine”.
Aunque el tono sea más ligero, la estética visual no pierde la identidad característica de Aronofsky. La fotografía de Matthew Libatique —su colaborador de confianza— sumerge al espectador en una Nueva York densa, sucia, pero vibrante, evocando la textura de las cintas independientes de mediados de los 90. El resultado es una ciudad que respira como un personaje más: llena de peligro, pero también de absurdo y humanidad.
El rodaje no fue fácil. Según reveló el propio Aronofsky, varias escenas fueron filmadas en locaciones reales bajo condiciones impredecibles para capturar esa sensación de autenticidad urbana. Austin Butler incluso realizó varias de sus escenas de acción sin doble, lo cual aporta una crudeza física que el director buscaba desde el guion. Butler, por su parte, confesó que aceptó el papel porque era “lo más raro y emocionante que le habían ofrecido desde Elvis”.