
21 de Agosto 2025.- El trágico fallecimiento del streamer francés Raphaël Graven, conocido como Jean Pormanove, durante una emisión en directo en la plataforma Kick ha puesto en evidencia los riesgos del denominado «streaming basura». Graven, de 46 años, contaba con cerca de medio millón de seguidores y era conocido por someterse a actos degradantes y peligrosos a cambio de dinero de los espectadores. La tragedia ocurre en un contexto de falta de regulación sobre contenido extremo en internet.
Durante los 12 días que duró su última transmisión, Jean Pormanove estuvo acompañado de tres personas identificadas como Owen Cenazandotti (alias Naruto), Safine Hamadi (alias Safine) y un tercero llamado Coudoux, quienes participaron en los actos violentos. Las imágenes compartidas en redes mostraban agresiones físicas y humillaciones, generando alarma entre autoridades y especialistas en seguridad digital.
Alarma y respuesta de autoridades
Clara Chappaz, ministra francesa de Asuntos Digitales e Inteligencia Artificial, calificó el caso como «horror absoluto». La policía abrió una investigación y se espera que la autopsia se realice para determinar las causas exactas de la muerte. Además, plataformas vinculadas, como Kick, suspendieron temporalmente los canales involucrados y han revisado sus directrices para prevenir futuros incidentes, aunque aún persisten lagunas de regulación.
El fenómeno del «trash streaming» no es exclusivo de Francia; se originó en Rusia y Polonia, y ha mostrado que los espectadores pueden influir en la transmisión incentivando comportamientos cada vez más extremos mediante donaciones. Expertos como Barbara Cyrek y Malwina Popiołek advierten que cuanto mayor sea la interacción de la audiencia, más peligrosos se vuelven los contenidos.
Pagar para ver el horror en directo
En el caso de Graven, se reporta que las donaciones de los espectadores superaron los 36.000 euros al final del directo de 298 horas. Esto evidencia cómo plataformas poco reguladas permiten que la audiencia financie comportamientos autodestructivos y violentos, generando un modelo de negocio basado en la explotación de la violencia y la humillación. El hecho ha reavivado el debate sobre la responsabilidad de estas plataformas frente a sus usuarios y la seguridad de los streamers.
Cabe señalar que este tipo de incidentes tiene repercusiones psicológicas directas en la audiencia, especialmente en jóvenes y adolescentes, quienes pueden normalizar la violencia o intentar imitar conductas extremas. Especialistas en salud mental recomiendan que los gobiernos y las plataformas desarrollen políticas preventivas de educación digital y protección de usuarios vulnerables para reducir riesgos.