
Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han anunciado el inicio de una ofensiva terrestre para tomar y ocupar la ciudad de Gaza, la urbe más grande del territorio palestino. Esta operación, aprobada por el ministro de Defensa, Israel Katz, y pendiente de ratificación por el gabinete de seguridad, se ha iniciado tras días de intensos bombardeos y fuego de artillería. La decisión ha generado una condena generalizada por parte de la comunidad internacional, incluyendo al secretario general de la ONU, António Guterres, y al presidente de Francia, Emmanuel Macron, quienes han instado a un alto el fuego inmediato para evitar una «catástrofe» humanitaria. Este nuevo giro en el conflicto ha provocado el desplazamiento masivo de cientos de palestinos, quienes huyen de sus hogares en los barrios de Zeitoun y Sabra, en busca de refugio en el noroeste de la ciudad.
La justificación israelí y la crítica internacional
El gobierno del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha justificado la ofensiva como una forma de «profundizar el daño a Hamás» y de «romper la dependencia de la población respecto a la organización terrorista». El portavoz de las FDI, el general de brigada Effie Defrin, afirmó que la operación busca desmantelar la infraestructura terrorista de Hamás, tanto por encima como por debajo de la tierra. Sin embargo, la comunidad internacional ha advertido de los riesgos inherentes a una operación de esta magnitud. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha declarado que la intensificación de las hostilidades «puede empeorar una situación ya catastrófica» para los 2,1 millones de habitantes de Gaza, y ha hecho un llamado urgente a un alto el fuego y al acceso sin obstáculos de la ayuda humanitaria.
La situación en Gaza es cada vez más desesperada, con la población «completamente agotada» después de meses de guerra y desplazamientos constantes. Los testimonios desde el terreno, como el de Mahmoud Bassal de la agencia de Defensa Civil de Gaza, describen la situación como «muy peligrosa e insoportable». Los ataques y bombardeos israelíes han causado la muerte de decenas de personas, incluidos niños, y las familias de los rehenes retenidos por Hamás han expresado su temor de que la ofensiva terrestre ponga en peligro la vida de sus seres queridos. A pesar de los esfuerzos de mediadores como Qatar y Egipto para lograr un acuerdo de alto el fuego, las posturas de ambas partes parecen irreconciliables.

La ofensiva terrestre y el fracaso de las negociaciones
La decisión de Israel de lanzar la ofensiva se produce después del fracaso de las negociaciones con Hamás sobre un alto el fuego y la liberación de rehenes. Mientras los mediadores regionales presentaron una nueva propuesta para una tregua de 60 días, Israel ha insistido en un acuerdo integral que contemple la liberación de todos los rehenes, una condición que Hamás parece no estar dispuesto a aceptar. La falta de una respuesta formal por parte de Israel a la propuesta de alto el fuego y la decisión de avanzar con el plan de ataque terrestre son vistas por muchos como una señal de la falta de voluntad para buscar una solución diplomática al conflicto.
En este contexto de escalada militar, el futuro de la Franja de Gaza se presenta sombrío. Se espera que cientos de miles de palestinos reciban la orden de evacuar sus hogares y dirigirse a los ya sobrecargados refugios del sur. La ofensiva terrestre de Israel, lejos de poner fin al conflicto, podría llevar a un ciclo de violencia permanente y a una crisis humanitaria irreversible. La situación en Gaza es un recordatorio de las consecuencias devastadoras de la guerra, especialmente para los civiles que se encuentran atrapados en el fuego cruzado. La comunidad internacional se enfrenta al desafío de encontrar una forma de detener el derramamiento de sangre y de garantizar la protección de la población civil, antes de que sea demasiado tarde.
El conflicto entre Israel y Hamás tiene profundas raíces históricas que se extienden mucho más allá del ataque del 7 de octubre de 2023. La retórica de ambas partes, centrada en la deslegitimación del otro y en la justificación de la violencia, ha alimentado el ciclo de hostilidades durante décadas. El plan israelí de «profundizar el daño a Hamás» refleja una estrategia que busca una victoria militar total, sin considerar las consecuencias humanitarias a largo plazo. Por su parte, la respuesta de Hamás, acusando a Israel de una «guerra brutal contra civiles inocentes», busca capitalizar la indignación internacional por el sufrimiento de la población de Gaza. Esta dinámica, en la que cada acción de un bando sirve de justificación para la violencia del otro, hace que la posibilidad de una solución negociada parezca cada vez más remota y pone en peligro a una población ya devastada por años de conflicto.







