
En un nuevo despliegue de frialdad diplomática, Kim Yo‑jong, la poderosa hermana del líder norcoreano Kim Jong‑un, desaprobó categóricamente los intentos de diálogo por parte del nuevo gobierno surcoreano. Según medios estatales, afirmó que Corea del Norte “nunca verá a Seúl como un socio diplomático”, descartando cualquier posibilidad de reconciliación.
Sus declaraciones, en plena realización de ejercicios militares entre Corea del Sur y Estados Unidos, condenados por Pyongyang como ensayos de invasión, reflejan un endurecimiento estratégico tangible, Kim la calificó de “siniestra” la verdadera intención que atribuye a los gestos de paz de Seúl, advirtiendo contra cualquier acercamiento y justificando la búsqueda de “contramedidas adecuadas”.
Además, subrayó que su país no mantendrá diálogo ni hablará con Corea del Sur: lo calificó como el “estado más hostil” y un “fiel perro” de Estados Unidos, cerrando de manera definitiva la puerta a la reconciliación.
En respuesta, Seúl mantiene firme su política de apertura, con el Ministerio de Unificación reafirmando que seguirá impulsando “medidas proactivas por la paz” y haciendo un llamado al respeto mutuo.
Estas declaraciones encierran un cambio decisivo en la postura de Pyongyang: en 2024, el régimen modificó su constitución dejando claro que Corea del Sur ya no es parte del proceso de unificación, sino un enemigo permanente. Desde entonces, las maniobras militares conjuntas entre Washington y Seúl han persistido, aumentando aún más las tensiones.
El nuevo presidente surcoreano, Lee Jae Myung, asumió en junio con una agenda conciliadora: suspendió la propaganda transfronteriza y olvidó simbólicos actos provocadores. Sin embargo, Kim Yo‑jong los rechazó calificándolos de “palabras vacías”, sin disimulo ni valor real.
Lejos de retroceder, Corea del Norte ha intensificado su alianza con Rusia, ofreciendo apoyo militar y recibiendo respaldo político, mientras se distancia cada vez más de cualquier acercamiento diplomático con Seúl o Washington.
Ella incluso dio un paso más allá al rechazar de plano los proyectos de diálogo, describiéndolos como “día de ensueño” y destacando que el Sur será siempre un obstáculo en cualquier escenario diplomático regional.
Analistas sostienen que este posicionamiento busca redefinir las reglas del juego en la península: Corea del Norte exige reconocimiento como potencia nuclear, algo que transforma mayormente la dinámica de poder.