
Una reciente investigación de la BBC ha puesto al descubierto una cruda realidad que conecta la guerra en Ucrania con el régimen de Corea del Norte: miles de norcoreanos están siendo enviados a Rusia para trabajar bajo condiciones que, según los propios migrantes, son similares a la esclavitud. La escasez de mano de obra en Rusia, agravada por la cantidad de hombres que han sido enviados a combatir o han huido del país, ha llevado a Moscú a recurrir a su aliado, Pyongyang. Esta migración forzada no solo proporciona mano de obra barata, sino que también refuerza los lazos entre dos regímenes bajo fuerte escrutinio internacional.
Los testimonios de seis migrantes norcoreanos que lograron escapar de Rusia son desgarradores. Relataron jornadas de trabajo extenuantes de hasta 18 horas al día, con solo dos días libres al año. Las condiciones de vida son «pésimas», durmiendo en contenedores sucios e infestados de insectos o en los pisos de edificios sin terminar. La investigación revela cómo estos trabajadores migrantes son sometidos a un control estricto, vigilados por agentes de seguridad norcoreanos para evitar que huyan. Las historias de golpes por quedarse dormidos y la negación de atención médica son una prueba del trato inhumano que reciben.

El control del Estado sobre los trabajadores
La situación de estos trabajantes migrantes es una forma de control total por parte del Estado norcoreano. Los hombres que son enviados son rigurosamente investigados y deben dejar a sus familias atrás, convirtiéndose en rehenes del régimen. La mayoría de sus ingresos, con la promesa de una vida mejor, no les es entregada. En cambio, el dinero va directamente al Estado como «cuotas de lealtad», y el pequeño salario restante solo se entrega al regresar a casa, una táctica para evitar su escape. Es una estrategia calculada para garantizar la fidelidad de estos trabajadores al régimen de Kim Jong-un.
La migración forzada de estos trabajadores no solo es un tema económico, sino también un reflejo de la desesperación que muchos sienten en Corea del Norte. La promesa de un pago en el extranjero los impulsa a aceptar un trabajo que es, en esencia, una prisión sin barrotes. Sin embargo, al darse cuenta de que otros trabajadores ganan mucho más por menos trabajo, la desilusión es devastadora. La migración forzada no es una solución a la pobreza, sino una herramienta de explotación que profundiza el sufrimiento humano y la falta de libertad.
El endurecimiento de las medidas de control
Ante el riesgo de que los trabajadores logren escapar, las autoridades norcoreanas están endureciendo aún más su control. Según expertos, se han intensificado las sesiones de adoctrinamiento ideológico y autocrítica, obligándolos a reafirmar su lealtad al líder supremo. Además, las ya escasas oportunidades para salir de las obras de construcción se han reducido drásticamente. Kim Seung-chul, un activista que ayuda a estos trabajadores, afirma que la vigilancia se ha vuelto más intensa, lo que ha provocado que el número de migrantes que logran escapar y llegar a Seúl se haya reducido a la mitad en los últimos años.
El futuro para estos migrantes es incierto y desalentador. Los expertos en relaciones entre Corea del Norte y Rusia advierten que estos trabajadores serán un legado de la «amistad» entre Kim Jong-un y Vladimir Putin. A pesar de que la guerra en Ucrania pueda terminar en algún momento, la llegada de estos trabajadores a Rusia continuará, sirviendo como una fuente de ingresos para el régimen norcoreano y de mano de obra barata para el ruso. La migración forzada seguirá siendo una estrategia para ambos países, dejando un rastro de explotación y desesperanza.
La situación de estos trabajadores norcoreanos en Rusia no solo es una tragedia humanitaria, sino que también tiene serias implicaciones en el derecho internacional y la economía global. La Convención sobre el Trabajo Forzoso de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que prohíbe el trabajo que se exige bajo amenaza de cualquier pena y para el que la persona no se ha ofrecido voluntariamente, se está violando de manera flagrante. Rusia, al recibir y utilizar a estos trabajadores, podría estar facilitando una forma moderna de esclavitud, lo que la pone en desacuerdo con sus obligaciones internacionales y podría llevar a futuras sanciones.
Desde una perspectiva económica, la existencia de una mano de obra tan barata y explotada distorsiona los mercados laborales. La presencia de estos trabajadores no solo perjudica a los obreros locales, que no pueden competir con los salarios ínfimos de los norcoreanos, sino que también socava los esfuerzos globales para promover salarios justos y condiciones de trabajo seguras. Este tipo de migración forzada y explotación laboral en un contexto de conflicto, resalta la necesidad de una mayor vigilancia y la aplicación de leyes internacionales para proteger a los trabajadores más vulnerables, independientemente de su nacionalidad.
