El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cuenta con la fuerza política y el respaldo necesarios para avanzar en una reforma migratoria que contemple un esquema similar al modelo bracero, mediante el cual trabajadores mexicanos y de otros países puedan laborar temporalmente en Estados Unidos y luego regresar a sus lugares de origen. Así lo aseguró Paz Consuelo Márquez Padilla, investigadora del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la UNAM, durante la conferencia “El poder de la presidencia de Donald Trump: Los pesos y contrapesos”.
La académica explicó que detrás del discurso de control migratorio, el verdadero objetivo del gobierno estadounidense es poner límites a las transformaciones demográficas que está experimentando su país. En palabras de Márquez Padilla, la administración republicana utiliza como argumento el combate a la migración indocumentada, pero la intención es contener el crecimiento de comunidades extranjeras que, en el mediano plazo, cambiarían el rostro social y cultural de la nación.
Una política exterior populista y proteccionista
Márquez Padilla también describió la política exterior de Trump como populista, proteccionista y nacionalista, aunque con un matiz intervencionista. Recordó que el mandatario ha intentado influir en la resolución de conflictos en Medio Oriente, en la guerra entre Rusia y Ucrania, y mantiene una postura de presión militar hacia Venezuela. Incluso, no descartó que en algún momento busque aplicar un enfoque más duro en la relación con México.
Estas características, señaló, revelan que Trump no solo busca reforzar sus fronteras sino también proyectar poder en el escenario internacional. En este marco, un modelo bracero actualizado serviría como herramienta para controlar la entrada de trabajadores, aprovechar su mano de obra y garantizar que regresen a sus países sin establecerse de manera permanente en Estados Unidos.
La concentración de la riqueza como telón de fondo
La investigadora también subrayó que la discusión migratoria no puede separarse de la creciente concentración de la riqueza en Estados Unidos. De acuerdo con sus cifras, el 1% de la población domina entre el 30 y 40% de los recursos. Sin embargo, el exsecretario de Trabajo Robert Reich (1993-1997) sostiene que desde la recesión de 2008 ese mismo 1% ha capturado más del 90% de la riqueza generada, dejando a la mayoría de ciudadanos con deudas y patrimonios reducidos.
Este escenario ha alimentado un profundo descontento social, ya que mientras las grandes financieras aumentaron su poder económico, amplios sectores de la población perdieron bienes y oportunidades. Según Márquez Padilla, esta realidad ha hecho que la gente no solo demande democracia, sino también una distribución más equitativa de los recursos.
¿Un modelo viable en pleno 2025?
El modelo bracero original (1942-1964) permitió a más de cuatro millones de mexicanos trabajar temporalmente en Estados Unidos, especialmente en la agricultura. Si bien generó ingresos para las familias, también fue criticado por las condiciones precarias y la falta de derechos laborales.
Hoy, en 2025, la propuesta de Trump enfrentaría un contexto muy distinto: sindicatos, organismos internacionales y defensores de derechos humanos exigirían reglas claras, salarios dignos y garantías de seguridad social. Además, la economía estadounidense depende cada vez más de trabajadores en sectores como servicios, construcción y salud, no solo en el campo, lo que obligaría a un replanteamiento profundo del esquema.
