
En Seúl, la capital de Corea del Sur, surgieron las llamadas tiendas contra la soledad, espacios creados por el gobierno para enfrentar un problema que ha ido en aumento en la sociedad surcoreana: el aislamiento social. Lugares como el de Dongdaemun ofrecen comida gratuita, actividades colectivas y, sobre todo, compañía para personas que viven solas o se sienten desconectadas. Lo sorprendente es que, en menos de un año, estas tiendas ya han recibido a 20 mil visitantes, cuando apenas se esperaban cinco mil.
Más allá de lo curioso que resulta ver una «tienda bondadosa» donde se sirven ramen instantáneos y se proyectan películas, lo cierto es que este proyecto toca una herida abierta en la sociedad: la soledad, que ha derivado incluso en un aumento de las llamadas “muertes solitarias”, cuando personas fallecen sin que nadie lo note durante días o semanas.

Soledad en Corea del Sur: un problema creciente
El caso de Hee-kyung, una joven de 29 años que acude diariamente a una de estas tiendas, refleja la situación de miles. Sin familia cercana, sin trabajo y con pocos amigos, encontró en este espacio un motivo para salir de su casa y sentirse acompañada. Como ella, jóvenes y adultos de todas las edades buscan romper con la rutina del aislamiento y el silencio.
Un estudio de 2022 reveló que cerca de 130 mil jóvenes en Seúl, entre 19 y 39 años, se encuentran socialmente aislados. Este dato, sumado al hecho de que cuatro de cada diez hogares en la capital son unipersonales, ha encendido las alarmas en el gobierno. El fenómeno está vinculado con las bajas tasas de natalidad, el rechazo al matrimonio y la presión económica que pesa sobre las nuevas generaciones.
Un refugio contra el aislamiento
Las tiendas no son simples locales: cuentan con sillones de masaje, aire acondicionado en verano y un ambiente diseñado para parecer más cafetería que clínica. Esta estrategia busca reducir el estigma que aún persiste en torno a la salud mental en Corea del Sur, donde muchas personas evitan pedir ayuda por temor a ser señaladas.
Además, los visitantes son invitados a llenar encuestas sobre su estado de ánimo, lo que permite a las autoridades recopilar información clave sobre la soledad. Este enfoque no solo atiende a quienes ya se sienten aislados, sino que también ayuda a generar políticas públicas más efectivas.
El problema no es exclusivo de Corea del Sur. Países como Reino Unido y Japón han creado incluso ministerios o agencias contra la soledad. Japón, por ejemplo, enfrenta desde hace décadas el fenómeno del “hikikomori”, jóvenes que deciden encerrarse en sus habitaciones durante meses o años. Lo que distingue a Corea del Sur es que ha buscado dar una respuesta comunitaria y gratuita, acercando a la gente a un espacio seguro.
Expertos en psicología social advierten que estas iniciativas deben ir acompañadas de cambios estructurales. No basta con ofrecer un lugar de encuentro si la raíz del problema —la falta de empleo estable, las jornadas laborales extenuantes, los precios de la vivienda y el debilitamiento de las redes familiares— no se aborda de fondo. En otras palabras, las tiendas son un alivio, pero no la solución definitiva.
Mientras tanto, historias como la de Hee-kyung o la del señor Sohn, un hombre de 68 años que perdió gran parte de su vida cuidando a su madre enferma y hoy encuentra en la tienda un motivo para salir de casa, muestran que estos espacios pueden marcar la diferencia en la vida de quienes cargan con el peso del aislamiento. Tal vez lo más valioso de estas tiendas no sea el ramen gratuito, sino el recordatorio de que nadie debería sentirse invisible en una ciudad de diez millones de habitantes.
