
13-Agosto-2025.-En la sitiada ciudad sudanesa de El-Fasher, mujeres en cocinas comunitarias cuentan cómo han visto morir a sus hijos por hambre y enfermedades. “Ellos son inocentes. No tienen nada que ver con el ejército ni con las Fuerzas de Apoyo Rápido. Nuestro sufrimiento es peor de lo que usted puede imaginar”, dijo una residente a la BBC.
El-Fasher, en la región occidental de Darfur, Sudán, lleva 14 meses bajo bloqueo por parte del grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés). El grupo endureció el asedio después de perder el control de Jartum a principios de este año y ha intensificado sus ataques contra la ciudad, último bastión del ejército sudanés en Darfur.
El bloqueo ha elevado los precios de los alimentos a niveles extremos: lo que antes alimentaba a una familia durante una semana ahora solo alcanza para una comida. En la cocina comunitaria Matbakh-al-Khair, los voluntarios a veces cocinan ambaz (residuos de maní normalmente destinados a animales) porque no hay harina ni pan disponible.
Organizaciones internacionales de ayuda acusan a ambos bandos de usar la hambruna como arma de guerra. La ONU afirma que el ejército ha aprobado convoyes de ayuda, pero la autorización de la RSF sigue pendiente. Funcionarios de la RSF alegan que temen que las entregas de alimentos puedan ser usadas para abastecer al ejército.
El Consejo Noruego para los Refugiados señala que la inflación está devastando los esfuerzos humanitarios: 5.000 dólares ahora alimentan a 1.500 personas por un solo día, mientras que hace apenas tres meses alcanzaba para una semana.
La atención médica se está derrumbando. Los bombardeos han dañado las instalaciones y los suministros son críticamente escasos. El doctor Ibrahim Abdullah Khater, del Hospital Al Saudi, dice que cinco niños gravemente desnutridos en su sala están “simplemente esperando la muerte” porque no hay alimentos terapéuticos disponibles. El cólera, propagado por agua contaminada, está matando a cientos.
Los civiles que intentan huir enfrentan ataques, extorsión y discriminación en los puestos de control. Muchos han escapado hacia Tawila, a 60 km de distancia, llegando deshidratados y traumatizados. Los campamentos allí están sobrepoblados y azotados por enfermedades.