En apenas tres días, los Marlins no solo barrieron a los Yankees de Nueva York —sino que escribieron varias páginas de historia en su ascendente temporada 2025. Aquí tienes una nueva versión extendida y vibrante de la crónica:
LoanDepot Park explotó desde el primer lanzamiento. Hasta la octava entrada, parecía que los Yankees tenían todo bajo control (12‑10). Sin embargo, Joe McMahon se embasó con sencillo en el noveno; luego, Xavier Edwards entró al terreno como pinch runner, llegó tercera, y con el estadio rugiendo, Agustín Ramírez remolcó a Marsee desde la antesala con un sencillo al jardín derecho que selló un walk-off 13‑12 para los Marlins — un final abrupto, salvaje y ruidoso, al más puro estilo “ráfagas de tornados bajo las luces” (véase reseña de ESPN Deportes).
La ofensiva atacaba imparable: Kyle Stowers abrió la remontada con un grand slam en la séptima entrada, y Javier Sanoja, con bases llenas en dos ocasiones, conectó dos jonrones consecutivos para prender fuego al bullpen de los Yankees que, al dividirse, cedió el control certero al escenario del desastre.
Debutó Jakob Marsee, y en su primer juego grande anotó dos carreras, se embasó cuatro veces y conectó un doble decisivo. Una promesa que ya empezaba a brillar con luz propia.
El dominicano Agustín Ramírez, ex‑Yankee, desmenuzó dos lanzamientos para jonrones solitarios en las entradas 1 y 4 (421 pies y 418 pies) y sentenció el juego 2‑0. Una exhibición personal: dos cuadrangulares, cinco remolcadas, y 17 en su temporada debut desde que llegó en cambio con Jazz Chisholm Jr..
En la loma, Eury Pérez reinó: seis entradas limpias, solo dos hits, cinco ponches y sin BB. Una actuación majestuosa que congeló la ofensiva rival. Ronny Henriquez, Tyler Phillips y Calvin Faucher completaron la faena sin permitir ni un solo hombre más llegando a casa en toda la noche.
La serie concluyó con Kyle Stowers despegando un jonrón de tres carreras en el cuarto inning (377 pies), para tomar distancia definitiva. Luego, Jazz Chisholm Jr., cuadrangular de dos carreras, y un triple de Marsee ampliaron el marcador a 7‑1. Fue la primera vez que Miami barre a NYY en su historia desde 1991 (récord hasta hoy 55‑55).
Edward Cabrera dominó seis innings: solo dos hits, una carrera permitida, siete ponches, y una defensa impecable que no cometió errores críticos. Esa producción mantuvo a raya cualquier resurgimiento del Bronx.
El retorno de Luis Gil, esperado desde su lesión de 2024, fue un desastre total: 3⅓ innings, cinco carreras limpias, cuatro bases por bola y un control que parecía un fantasma. El bullpen de los Yankees, sobrecargado tras su exhibición verborreica del viernes, también colapsó bajo presión en la entrada 4 y evaporó cualquier posibilidad de salvar el partido.
El LoanDepot Park vibró como nunca antes. Desde el “ooh‑ahh” sincronizado entre los fanáticos en el bullpen norte hasta los cantos de “Esto es Miami”, cada juego fue una aparición colectiva de pasión cristalina.
Y cuando la barrida fue imparable, el equipo no tuvo mejor idea que enviar un trolleo musical a Nueva York: justo antes del jonrón de Stowers que cerró el domingo, los altavoces distorsionaron el himno soñado por los fanáticos de Boston… “Sweet Caroline”, tema favorito de los rivales de los Yankees. Luego llegó el post: “SWEEP CAROLINE! BA BA BAAA”, que se viralizó al instante en redes.
En las tiendas del estadio, una réplica del letrero “NYY” ardió metafóricamente: las camisetas rojas y negras con el logo de un pez cortando escobas y emblemas de “Batidos” se agotaron antes del tercer juego.
Aaron Boone, el manager de los Yankees, buscó calma pero no pudo evitar el espanto: al despedirse tras el encuentro del domingo, advirtió que el equipo estaba ante una realidad dura: “esto no era parte del plan” y que la jornada representaba una prueba de fuego para la temporada — en pocas palabras, una cita que debe marcar puntos de inflexión.
En los micrófonos del canal YES Network, el relato de la caída del viernes fue calificado como “pesadilla estilo Little League”, una imagen insoportable para la historia de una franquicia con tantas glorias.
Desde Nueva York, el comentarista Brandon London no se anduvo con sutilezas y afirmó en su editorial mañanera que los Yankees “si no cambian rápido de rumbo, podrían convertirse en una franquicia estilo ‘clown‑show’, tal como los Dallas Cowboys en los últimos años”.
Este fin de semana no fue solo una serie de béisbol: fue una declaración de guerra silenciosa. La clásica escoba de tres jornadas que Miami nunca firmó contra los Yankees, ahora brilla en sus vitrinas. No tuvieron que buscar héroes prestados; la explosión fue local: Stowers, Ramírez, Marsee, Cabrera, Pérez… cantera y corazón.
