
4 AGOSTO 2025- Río de Janeiro fue uno de los principales escenarios de las recientes protestas en Brasil, donde miles de partidarios de Jair Bolsonaro salieron a las calles en varias ciudades para manifestarse contra el Supremo Tribunal Federal (STF) y el presidente Luiz Inácio Lula da Silva. La movilización tuvo como eje central el rechazo a las decisiones del juez Alexandre de Moraes, así como la exigencia de una amnistía para los implicados en el intento de golpe tras la victoria electoral de Lula en 2022.
Aunque Bolsonaro no participó físicamente debido a las restricciones judiciales que enfrenta —permanece en arresto domiciliario y utiliza una tobillera electrónica—, intervino por teléfono durante una protesta en Río, gracias a su hijo, el senador Flávio Bolsonaro. La conexión fue celebrada por sus seguidores, quienes gritaron consignas de apoyo al exmandatario y críticas hacia el STF.

La tensión crece en Brasil a medida que se aproxima el juicio en el que Bolsonaro será procesado por conspiración para derrocar al actual gobierno. El Supremo Tribunal Federal aprobó de forma unánime en marzo llevarlo a juicio. De ser hallado culpable, podría enfrentar una condena de varios años en prisión, lo cual ha polarizado aún más el panorama político brasileño.
Además, el caso ha escalado a nivel internacional. La semana pasada, el gobierno de Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, impuso un arancel del 50% a productos brasileños, en respuesta a lo que calificó como una “caza de brujas” en contra de Bolsonaro. Estas medidas también incluyeron sanciones económicas contra el juez Moraes, amparadas en la Ley Magnitsky, lo que ha generado fuertes críticas dentro y fuera de Brasil.

Cabe destacar que las manifestaciones recientes no solo reflejan un apoyo ideológico a Bolsonaro, sino también una creciente preocupación por la independencia judicial en Brasil. Para muchos sectores conservadores, el poder judicial se ha politizado, mientras que para otros, el STF actúa conforme a derecho. Esta fractura se ha traducido en una crisis institucional sin precedentes desde el regreso a la democracia.
El futuro político de Bolsonaro, y en gran medida la estabilidad democrática del país, está en juego en los próximos meses. Mientras tanto, la división social y el protagonismo de la calle seguirán marcando el pulso de una nación que aún debate su rumbo entre la legalidad, la polarización y el poder de sus instituciones.
