
21 JULIO 2025- INTERNACIONAL- En Rusia, la guerra se libra también desde los salones de clases. En la planta de Yelabuga, adolescentes de apenas 15 años han sido reclutados para ensamblar drones kamikaze, armas clave en la ofensiva contra Ucrania. Las imágenes difundidas por el Ministerio de Defensa ruso muestran a estos jóvenes, formados en línea, trabajando bajo supervisión estatal en la fabricación de drones Gran-2, una versión rusa del Shahed 136 iraní. Esta práctica ha desatado preocupación internacional, no solo por el uso de menores en zonas industriales, sino por el papel activo que juegan en una maquinaria bélica a gran escala.
Según reportes, muchos de estos adolescentes provienen de escuelas técnicas cercanas y han sido incentivados por el Gobierno a integrarse en el proceso productivo. A través de imágenes propagandísticas, Rusia muestra con orgullo una industria armamentística juvenil que produce más de 5,000 drones suicidas al mes. Aunque algunos podrían verlo como una forma de «formación técnica», el trasfondo real apunta a una militarización temprana disfrazada de oportunidad educativa.
Putin apuesta por producción local y masiva

El presidente Vladímir Putin ha dejado claro su objetivo: independizar a Rusia de las importaciones bélicas, apostando por la producción nacional. En su visita a Yelabuga, propuso replicar este modelo de fábrica en todo el país. De enero a junio de 2025, ya se ensamblaron más de 18,000 drones en dicha planta, una cifra que evidencia una estrategia militar agresiva y prolongada. Este enfoque plantea preguntas serias sobre los límites éticos del desarrollo industrial y los derechos laborales de los jóvenes involucrados.
El color negro de los drones fabricados en Yelabuga no es casualidad: está pensado para ataques nocturnos, buscando sorprender a las defensas ucranianas. Estos dispositivos, lanzados incluso desde camionetas Dodge, representan un gran desafío para los sistemas defensivos occidentales, mucho más costosos en comparación. Un dron ruso cuesta entre 35 y 50 dólares; interceptarlo con un misil Patriot cuesta hasta 5.5 millones. La desproporción pone en jaque la sostenibilidad de las defensas ucranianas.
Christian Freuding, un alto mando alemán, advirtió sobre el enorme costo que representa cada intento de defensa frente a esta lluvia constante de drones y misiles. Según sus datos, Rusia busca llegar a una capacidad de lanzar hasta 2,000 drones cada noche. En este contexto, los aliados de Ucrania deben repensar sus estrategias y desarrollar tecnologías más accesibles que permitan contrarrestar esta ofensiva masiva y de bajo coste.






