
20-jULIO-2025.-Aunque ‘Sé lo que hicieron el verano pasado’ se convirtió en un fenómeno del cine slasher en los años 90, pocos saben que detrás de su historia hay una tragedia real que marcó para siempre a su autora, Lois Duncan. La escritora publicó la novela en 1973 como un thriller juvenil cargado de suspenso, pero sin la violencia explícita que caracterizó a su adaptación cinematográfica de 1997.
Lois Duncan jamás imaginó que años después de publicar la historia que la haría famosa, viviría un drama muy similar al que escribió. En 1989, su hija Kaitlyn Arquette, de apenas 18 años, fue asesinada a tiros en Nuevo México mientras regresaba a casa tras visitar a unas amigas. El caso, que inicialmente fue tratado por la policía como un ataque al azar, nunca se resolvió oficialmente, pero Duncan estaba convencida de que había algo más detrás.
Desconfiando de la versión oficial, la autora se embarcó en una dolorosa y compleja búsqueda personal de justicia. Investigó por su cuenta, consultó a detectives privados y hasta médiums, y terminó escribiendo el libro ‘¿Quién mató a mi hija?’ en 1992, donde expuso todas sus sospechas: desde la posible conexión del novio de su hija con fraudes de seguros, hasta pistas ignoradas por la policía.
Cuando en 1997 se estrenó la película basada en su libro original, Duncan se mostró abiertamente en contra. No solo porque el guionista Kevin Williamson convirtió su novela en un filme de asesinatos sangrientos —algo muy lejano al tono original—, sino porque ella ya no podía ver el entretenimiento juvenil de la misma manera después de su pérdida personal. Para ella, el dolor era demasiado real como para ser usado como diversión.
El caso del asesinato de Kaitlyn Arquette sigue sin resolverse más de tres décadas después. Sin embargo, la lucha incansable de Lois Duncan sentó un precedente sobre cómo una figura pública puede usar su voz para cuestionar investigaciones oficiales. Su historia también abrió un debate en Estados Unidos sobre la sensibilidad de la industria del entretenimiento al adaptar obras que, aunque nacen como ficción, están profundamente ligadas a las emociones y vivencias de sus creadores.