
La clausura de Pollos Asados Reyna generó polémica en redes sociales luego de que los dueños denunciaran una alcantarilla dañada en una vialidad muy transitada del municipio de Juárez, en Nuevo León. El caso llamó la atención porque, justo después de hacerse pública su queja, el negocio fue visitado por un inspector municipal con una advertencia clara: si no cumplían con los permisos, podrían enfrentar sanciones o incluso el decomiso de sus bienes.
En redes sociales, se difundió una imagen con una manta que decía “Suspendido” colocada en el local. El citatorio indicaba que el establecimiento no contaba con los permisos correspondientes de Comercio, Salud y Patrimonio, lo que para muchos usuarios fue interpretado como una represalia por alzar la voz. El tema escaló rápidamente hasta viralizarse en distintas plataformas.
Uno de los dueños del negocio publicó un video donde agradece a las autoridades por haber atendido la denuncia de la alcantarilla dañada, lo que fue interpretado por algunos como un intento por calmar la controversia. Al día siguiente, los propietarios confirmaron que ya estaban realizando los trámites necesarios para regularizar su situación y poder reabrir.

Dado el alcance de la polémica, el alcalde de Juárez, Félix Arratia, se reunió públicamente con los dueños del negocio: Reyna y Kalel. A través de un video publicado en sus redes sociales, aseguraron que no existe una mala relación entre ambas partes. Kalel incluso mencionó que volverán a operar a partir del sábado, y agradeció al edil por el apoyo.
Sin embargo, este caso deja sobre la mesa una pregunta crítica: ¿las autoridades están usando las regulaciones comerciales como forma de presión contra quienes hacen denuncias públicas? Aunque la situación parece haberse aclarado, el hecho de que la clausura ocurriera justo después de señalar un problema urbano genera dudas legítimas sobre el uso discrecional del poder municipal.
Cabe señalar que este tipo de incidentes, aunque aparentemente aislados, reflejan un patrón preocupante en distintos municipios del país. La denuncia ciudadana es una herramienta legítima y fundamental en una democracia funcional. Sin embargo, cuando quienes se atreven a alzar la voz enfrentan actos punitivos inmediatos —aunque sean “legales”—, se corre el riesgo de generar un efecto de autocensura en la población. Sería oportuno que los gobiernos municipales establezcan protocolos claros y transparentes para separar procesos de inspección rutinaria de hechos con carga política o social reciente.
