
Con 47 años de resistencia, memoria y compromiso, las Abuelas de Plaza de Mayo lograron anunciar un nuevo paso en su incansable lucha: la recuperación del nieto 140, un hombre de 48 años que nació en cautiverio durante la dictadura militar argentina y que hasta ahora vivía sin conocer su verdadera identidad. La noticia fue dada a conocer en conferencia de prensa en el Espacio de la Memoria, donde Estela de Carlotto, presidenta del organismo, insistió en que “nuestros nietos están entre nosotros”.
La identidad recuperada corresponde al hijo de Graciela Alicia Romero y Raúl Eugenio Metz, ambos secuestrados en 1976 en Cutral-Có, Neuquén, y que permanecen desaparecidos. Su hija Adriana, quien tenía solo un año en ese momento, también participó de la conferencia y expresó: “De acá en más es todo ganado para la familia Metz Romero”. Graciela, embarazada de cinco meses al ser detenida, dio a luz en abril de 1977 en un centro clandestino, y desde entonces el paradero del bebé era una incógnita.
La recuperación fue posible gracias a una denuncia anónima y al análisis del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), que desde 1987 permite contrastar ADN con familiares de desaparecidos. Sin embargo, hoy esta herramienta crucial enfrenta serios riesgos. Bajo el gobierno del presidente Javier Milei, el BNDG ha sufrido recortes presupuestales y su autonomía ha sido puesta en cuestión por un decreto presidencial, actualmente frenado judicialmente por las propias Abuelas.

Más allá del impacto humano del caso, esta recuperación pone el foco en el rol del Estado frente a los crímenes de lesa humanidad. El hallazgo no solo revela que todavía quedan alrededor de 300 nietos por encontrar, sino que también expone cómo la memoria histórica puede verse debilitada por decisiones políticas. El derecho a la identidad, garantizado por tratados internacionales, exige un compromiso activo por parte de los gobiernos, independientemente de su ideología.
Desde diciembre de 2023, el gobierno de Milei ha aplicado medidas que han debilitado los organismos de derechos humanos: redujo un 30% el personal de la Secretaría de Derechos Humanos, la degradó a subsecretaría, y eliminó por decreto la unidad especial que investigaba casos de niños desaparecidos. Estas acciones no solo afectan la búsqueda activa, sino que representan un retroceso en las políticas de reparación.
Mientras las Abuelas insisten en que la búsqueda debe continuar colectivamente, el nuevo nieto recuperado es un recordatorio de que aún hay heridas abiertas que solo pueden sanarse con verdad y justicia. Y, sobre todo, con voluntad política de reparar el pasado. Como dijo Carlotto: “seguirán apareciendo, pero la búsqueda no puede ser en soledad”.

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