
14 DE JUNIO-En #Oxnard, la conocida #capitalmundialdelafresa» en California, cientos de migrantes en Oxnard viven estos días con miedo constante. La reciente oleada de redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) ha puesto en jaque la rutina de quienes trabajan en los interminables campos de zarzamora, frambuesa y fresa. Mujeres, hombres y familias enteras prefieren esconderse entre hileras de cultivos para evitar ser arrestados y deportados de un momento a otro.
La tensión se hizo evidente cuando dos trabajadoras agrícolas fueron sorprendidas agachadas entre moreras. Al notar la presencia de reporteros, lo primero que preguntaron fue si eran del ICE. Aunque se les aclaró que no, el temor no desapareció. Revisaron credenciales y redes sociales, temiendo que cualquier desconocido pudiera ser un agente encubierto. Esta desconfianza refleja el ambiente hostil que enfrentan los migrantes en Oxnard ante operativos cada vez más frecuentes y agresivos.

Desde que el presidente Donald Trump volvió a la Casa Blanca, prometió una política de deportación masiva. Aunque durante un tiempo el sector agrícola parecía estar fuera de la mira de las autoridades migratorias, esta semana demostró lo contrario. Cifras estiman que más del 40% de los trabajadores agrícolas del país no tienen documentos, y en California el porcentaje alcanza casi la mitad. Con esto, el miedo se ha extendido por todo el valle agrícola del estado.
Organizaciones como CAUSE han denunciado que los agentes del ICE ingresaron a varias granjas sin órdenes judiciales. Tan solo en Oxnard, se reporta la detención de 35 personas. Muchos negocios se negaron a permitir el acceso de los agentes, conscientes de que la redada parecía indiscriminada. Según Lucas Zucker, líder de CAUSE, la meta del gobierno es cumplir cuotas diarias de detenciones, sin importar las consecuencias para las comunidades trabajadoras.

Mientras tanto, en restaurantes y pequeños negocios de la zona el impacto es notorio. Comercios como Casa Grande Café lucen vacíos a mediodía, cuando antes recibían clientes fijos, en su mayoría jornaleros que después de sus faenas pasaban a comer. Ahora, por miedo a ser interceptados en la calle, prefieren quedarse escondidos en casa o entre los cultivos. Los dueños del restaurante han colocado en su puerta folletos informativos sobre derechos y números de emergencia para reportar patrullas migratorias.
La incertidumbre no solo afecta la vida personal de los migrantes en Oxnard, sino que amenaza la cadena de producción de alimentos. Si no se recolectan las fresas, no habrá producto para empacar, transportar ni vender en tiendas. Se teme un aumento de precios en frutas y verduras debido a la falta de mano de obra. Óscar, un vendedor ambulante de fresas, ya nota la baja de ventas porque la gente evita salir. Él mismo teme ser detenido, aunque esté en proceso de regularizar su situación migratoria.
Las redadas continúan, y aunque el gobierno federal sugiere que algunos trabajadores podrían regresar de forma legal con cartas de sus empleadores, para muchos este plan es incierto y lejano. Por ahora, la comunidad migrante de Oxnard resiste con miedo, solidaridad y la esperanza de no ser el siguiente nombre en la lista de deportados.
