
Por Daniel Zovatto
En su primera conversación desde el inicio de la nueva guerra arancelaria, los presidentes Donald Trump y Xi Jinping intentaron rebajar las tensiones entre Estados Unidos y China. La llamada telefónica, calificada como “muy positiva” por Trump, abordó principalmente temas comerciales, incluida la disputa por el acceso a las tierras raras, esenciales para la tecnología moderna. Xi extendió una invitación formal a Trump para visitar China y abogó por “corregir el rumbo” de la relación bilateral. También llamó a utilizar de manera efectiva el mecanismo de consultas acordado en Ginebra en mayo, cuando ambos países lograron una tregua parcial tras imponer aranceles del 145 y 125 por ciento, respectivamente.
El diálogo buscó desbloquear temas clave que han tensado la relación: Washington acusa a Beijing de incumplir compromisos sobre exportaciones de minerales estratégicos, mientras China reprocha a EE.UU. restricciones unilaterales en sectores tecnológicos críticos como semiconductores y motores de avión. La llamada fue solicitada por Trump, quien se había quejado de la falta de comunicación con Xi. El mandatario chino insistió en que su país ha actuado con “sinceridad y principios”, pero exigió reciprocidad y el retiro de sanciones. También destacó la importancia de restablecer el flujo de estudiantes chinos a EE.UU., uno de los puntos que más preocupan a Beijing.
El contexto muestra a una China más preparada y firme frente a Washington, en contraste con la primera guerra comercial bajo Trump. Mientras EE.UU. utiliza mensajes en redes sociales para marcar postura, China ha optado por una diplomacia institucional y combativa, canalizada por sus portavoces oficiales y respaldada incluso con referencias históricas como discursos de Mao Zedong. Aunque se ha logrado cierto deshielo, el fondo del conflicto —el desacuerdo estructural sobre comercio, tecnología y soberanía— permanece intacto, y las negociaciones que se anuncian podrían ser decisivas para evitar una escalada mayor entre las dos principales economías del mundo.
Es bueno que se estén buscando maneras de aliviar la tensión entre Estados Unidos y China, pero al final del día, las palabras no siempre son suficientes. Necesitamos acciones concretas que realmente cambien la situación y no solo promesas vacías.