
El papa Francisco, fallecido este lunes con 88 años, deja como legado intelectual cientos de escritos, entre encíclicas, discursos y homilías, en los que habló al mundo de temas como el amor en tiempos de relativismo, el cuidado de los más desfavorecidos o hasta del ecologismo frente a la crisis climática.
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Jorge Bergoglio publicó un total de cuatro encíclicas, los grandes documentos con los que los papas hablan a su tiempo para temas concretos.
En realidad serían tres y media pues la primera, “Lumen fidei” (2013), fue empezada por su antecesor, Benedicto XVI, como broche final a su trilogía sobre las virtudes teologales, aunque la dejó a medias por su renuncia en 2013.
Después llegó uno de sus textos más influyentes, ‘Laudato Si’ (2015), la primera encíclica escrita completamente de su puño y letra y con la que abordó un tema central en su magisterio: el cuidado del medio ambiente, de lo que él denominaba la “Casa común”.
El título, “Alabado seas”, en español, fue extraído del “Cántico de las criaturas” del santo de la naturaleza, Francisco de Asís, de quién asumió su nombre pontificio.
En sus páginas no usó medias tintas: la Tierra “parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”, avisaba, exigiendo “cambios profundos” en los estilos de vida, producción y consumo.
Un lustro después publicaría su tercera encíclica, ‘Fratelli Tutti’ (2020), una defensa de la hermandad y coexistencia entre culturas escrita a la sombra de la pandemia de coronavirus.
En aquel mundo confinado, Francisco abogó por la solidaridad y, de paso, arremetió contra los populismos, contra las ideas alumbradas por “nuevas formas de egoísmo y la pérdida del sentido social” bajo “una supuesta defensa de intereses nacionales”.
En la última, ‘Dilexit Nos’ (2024), condensó todo su magisterio abogando por el amor contra “el drama vergonzoso” de la guerra, en medio de conflictos como el de Ucrania o en Oriente Medio, y alertando de un mundo consumista que “está perdiendo el corazón”
Una de las imágenes de su pontificado será aquella lluviosa tarde del 27 de marzo de 2020 cuando se presentó en una plaza de San Pedro tan vacía como triste por el confinamiento para rezar por el final de la enfermedad que había enclaustrado al planeta.
“Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso”, escribió en su homilía.
Y volvió a lanzar un llamamiento a favor del entendimiento: “Nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa y nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero al mismo tiempo importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos”.
Por otro lado, Bergoglio firmó siete exhortaciones apostólicas, grandes documentos pontificios que redactó a menudo tras los grandes sínodos convocados para abordar cuestiones de calado.
Como ‘Evangelii Gaudium’ (2013), en la que solo diez meses tras su elección ya defendía una Iglesia abierta, acogedora y entregada a los últimos. O ‘Querida Amazonia’ (2020), con título en su lengua, español, para reclamar el cuidado de ese pulmón del planeta y sus poblaciones autóctonas.
También ‘Amoris laetitia’ (2016), en el que pidió tolerancia con los homosexuales o los divorciados, abriendo la puerta del regreso de estos últimos a los sacramentos y poniendo en pie de guerra a los sectores más conservadores de la Curia, que le acusaron de “herejía”.
Otras exhortaciones fueron ‘Gaudete et exultate’ (2018), un llamamiento a la santidad en el mundo; ‘Christus vivit’ (2019), sobre las vocaciones entre los jóvenes; ‘Laudate deum’ (2023), un reclamo a “las personas de buena voluntad” sobre la crisis climática o ‘C’est la confiance’ (2023).
En sus discursos, Francisco enseguida inauguró una nueva terminología con conceptos como “pastores con olor a oveja”, es decir, curas que no temieran “mancharse” con las vicisitudes de su grey; “periferias existenciales” o “cultura del descarte”, la actual y que, a su parecer, desecha todo lo que no produce.
El nombre del papa Francisco también fue frecuente en las estanterías de las librerías.
Su primera publicación, el libro-entrevista “El nombre de Dios es misericordia”, expone un concepto capital en su magisterio, que está incluso en su lema pontificio, mientras que en otras habló hasta de su país, Argentina, o sobre la infancia en el ilustrado “I bambini sono speranza” (Los niños son esperanza).
Por otro lado, Borgoglio no escondió sus recuerdos personales, e incluso publicó dos autobiografías, ‘Life’ (2024) y ‘Esperanza’ (2025), revelando los orígenes italianos, su juventud bonaerense, sus referentes artísticos o los pormenores de su vocación.
Como tónica general siempre empleó un lenguaje directo, puede que hasta mundano, una intención clara desde su primer Ángelus dominical en 2013, cuando inauguró una despedida que nunca abandonó: “Buon pranzo e arrivederci” (Buen almuerzo y hasta la vista).
Es interesante ver cómo el Papa Francisco ha utilizado sus encíclicas para abordar temas tan importantes como el amor y la ecología. Sin embargo, a veces me pregunto si sus mensajes realmente llegan a la gente que más los necesita. A veces parece que se quedan solo en el papel y no se traducen en acciones concretas.