Nagasaki, en el sur de Japón, conmemoró el 78 aniversario del ataque nuclear que arrasó la ciudad, meses después de que se celebrara la cumbre del G7 en Hiroshima y con un perfil más bajo a casa de un tifón que se aproxima a la zona.
La ceremonia, que normalmente se lleva a cabo frente a la Estatua de la Paz, situada cerca del hipocentro de la explosión, fue trasladada al centro de conferencias Nagasaki Dejima Messe, la primera vez que se celebra en interiores desde 1963, ante la preocupación de los asistentes por la influencia de un tifón.
La aproximación de Khanun, convertido ahora en tormenta tropical severa, ha vuelto a causar hoy graves interrupciones en el transporte aéreo y ferroviario en el sudoeste de Japón, además de llevar a las autoridades a ordenar la evacuación de decenas de miles de personas.
El primer ministro nipón, Fumio Kishida, que no pudo viajar a la ciudad por ese motivo, envió un mensaje en vídeo en el que decía que “existe cierta división en la comunidad internacional en cuanto al desarme nuclear, en especial, por la amenaza nuclear rusa”.
“Es cada vez más difícil lograr un camino para un mundo sin armas nucleares, pero Japón, como actual presidente del G7 y miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, debe fortalecer el trabajo junto a la comunidad internacional”, añadió Kishida.
El primer ministro nipón dijo que es importante tomar el impulso de la cumbre del pasado mayo del G7 celebrada en Hiroshima, la primera ciudad en ser bombardeada con un arma nuclear, para promover este desarme.
Al igual que en años anteriores, también se llevó a cabo una ofrenda de flores y agua en memoria de las víctimas, que se realiza en recuerdo a las personas que sufrieron quemaduras internas y externas durante la explosión y que pedían desesperadamente agua al resto de supervivientes para calmar su sed.
Además, se llevo a cabo como de costumbre un minuto de silencio a la hora exacta a la que explotó la bomba, las 11:02, en un acto en el que participaron “hibakusha”, supervivientes de la bomba atómica, de los estragos de la guerra y las consecuencias de la radiación.
El primer ministro nipón también hizo énfasis en la importancia del Tratado de No Proliferación Nuclear, que entró en vigor en 1970, en plena Guerra Fría, y prohíbe la posesión de armas nucleares a cualquier país que no forme parte del grupo de potencias formado por Estados Unidos, Reino Unido, China, Francia y Rusia (entonces la Unión Soviética).
Por su parte, el secretario general de la ONU, António Guterres, también mandó un mensaje telemático, en el que dijo: “Debemos lograr un mundo libre de estas armas inhumanas. La máxima prioridad de la ONU es lograr un mundo sin armas nucleares. No podemos permitir que ocurra una devastación semejante”.
El 9 de agosto, la bomba “Fat Man” fue arrojada sobre Nagasaki por el ejército estadounidense y explotó a las 11:02 a unos 470 metros de altura, con una detonación equivalente a 21 kilotones de TNT, dejando más del 40 % de la ciudad destruida.
Nagasaki ha sido durante siglos uno de los puertos más importantes del sur de Japón y tuvo gran importancia durante la II Guerra Mundial por su actividad comercial, que incluyó producción naviera, de artillería y otro equipamiento militar.
Se calcula que unas 40.000 personas murieron en el momento del bombardeo atómico contra Nagasaki y unas 70.000 en el de Hiroshima tres días antes, a los que les seguirían decenas de miles más hasta finales de año a consecuencia de la radiación.
Hasta la actualidad se estima que unas 400.000 personas perdieron la vida en ambas ciudades por el ataque o sus secuelas.
Con información de EFE
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