
Ayer viernes, 4 de abril, se realizó en Dakar, capital de Senegal, un desfile para conmemorar los 65 años de la independencia del país, según consigna EFE.
Senegal es una nación del África occidental que ha recorrido un camino singular en el continente: de colonia francesa a república democrática con una estabilidad política regional notable.
Pero su proceso de independencia no fue inmediato. Por décadas, el territorio formó parte del África Occidental Francesa, y desde 1946 fue integrado como “territorio de ultramar” con representación parlamentaria en Francia.
Fue en este contexto que emergieron figuras clave, como el poeta y estadista Léopold Sédar Senghor, quien más tarde se convertiría en el primer presidente del país.
En 1959, Senegal se unió con Sudán Francés (actual Malí) para formar la Federación de Malí, que fue reconocida como independiente el 20 de junio de 1960. No obstante, la unión se disolvió tan solo dos meses después, el 20 de agosto, debido a diferencias políticas.
Así, el 4 de abril de ese mismo año, Senegal se proclamó oficialmente como una república soberana.
Léopold Sédar, figura respetada dentro y fuera de África, lideró el país dos décadas bajo una propuesta de socialismo africano moderado. Su gobierno mantuvo estrechos lazos con Francia y sentó las bases de un Estado que, con el tiempo, destacó por su estabilidad política.
A diferencia de otras naciones vecinas, Senegal no ha experimentado golpes de Estado militares exitosos desde su independencia. En cambio, ha sido escenario de transiciones democráticas pacíficas, consolidando una reputación de madurez institucional que le ha valido el reconocimiento mundial.
En el plano social, la independencia permitió fortalecer las identidades étnicas y culturales. Hoy conviven en el país más de una docena de grupos, con predominio del pueblo wolof.
Aunque el francés sigue siendo el idioma oficial, el wolof es ampliamente hablado en la vida cotidiana. La mayoría de la población profesa el islam, en su mayoría bajo corrientes sufíes (místicas) que han contribuido a un ambiente de convivencia religiosa pacífica.
Senegal ha afrontado desafíos comunes al continente africano, como el desempleo juvenil, la pobreza y la migración. No obstante, su capital, Dakar, se ha convertido en un polo cultural y económico, con una juventud cada vez más conectada con el mundo.
En años recientes, la economía ha mostrado signos de dinamismo, impulsada por sectores como la pesca, la agricultura, el turismo y, más recientemente, la explotación de gas y petróleo.