
CHICAGO (AP).— Cerca de cumplir los cien años de edad, un dúo de religiosas católicas que durante más de 40 años ha luchado “pacífica y respetuosamente” por los migrantes, se dice listo para afrontar las más recientes medidas del gobierno de Donald Trump, que desafía a las iglesias que dan refugio a los indocumentados, ya comenzó a despojar a algunos ellos de su estatus de protección temporal y detuvo la financiación de los planes de reasentamiento de refugiados.
Ambas planean seguir sus protestas mientras Dios les dé fuerza.
“Creemos que todos merecen ser tratados con dignidad y respeto”, dice la hermana JoAnn Persch, de 90 años.
Sentada junto a la hermana Pat Murphy, de 95, en su apartamento de dos habitaciones en Alsip, un suburbio al sur de Chicago, se le quiebra la voz.
“Escuchar la terminología, cómo llaman a los inmigrantes, es simplemente muy duro”, agrega. “Estamos preocupadas y nuestras familias están muy preocupadas”.
Después de que la pandemia de Covid-19 se redujo, las religiosas estaban a punto de jubilarse. Eso cambió en 2022, cuando miles de migrantes fueron transportados en autobús desde la frontera entre Estados Unidos y México hasta Chicago. Entonces sintieron una llamada para volver a la acción.
Al principio, acogieron a una familia: una madre soltera de Sierra Leona con cinco hijos. Pero la necesidad era grande. Poco después, las hermanas tenían 17 apartamentos llenos con 17 familias solicitantes de asilo y una nueva organización sin fines de lucro para financiar la operación en curso, conocida como “Catherine’s Caring Cause” (CCC) —La Causa Compasiva de Catalina—.
En los últimos tres años ya alojaron a 25 familias: pagan el alquiler y los servicios públicos durante un año, ofrecen asistencia alimentaria y proporcionan conexiones para recibir ayuda legal.
Huir de “casa” a Estados Unidos
Zuleika, quien llegó con Oscar, su esposo, y su hijo Josafat, de 14 años, hace poco más de un año, estrecha a Pat Murphy con un suave y prolongado abrazo durante una visita reciente al apartamento de las religiosas.
Zuleika y Oscar recordaron las amenazas que su familia recibió y su difícil decisión de huir de Centroamérica a Estados Unidos. Por temor a su seguridad personal, hablaron con la condición de que The Associated Press sólo utilizara sus nombres de pila.
Una vez en Chicago, se quedaron seis meses en un refugio para migrantes antes de encontrar la organización CCC. “Su impacto en nuestras vidas ha sido realmente grande, enorme”, relata Oscar sobre las hermanas.
“Nos recogieron con todas nuestras pertenencias. Nos llevaron al apartamento. Lo amueblaron, nos dieron comida”.
Las hermanas incluso las han acompañado a la corte, informó Oscar. Y se han vuelto cercanos, unidos por su fe cristiana compartida.
“Esta no fue una coincidencia. Fue Dios quien permitió ese encuentro y que ellas nos ayudaran con todo por lo que hemos pasado”, añade Oscar.
Cada familia que recibió ayuda de la CCC ha solicitado asilo, el cual debe presentarse antes del primer aniversario de su cruce de la frontera.
La mayoría, como Zuleika y Oscar, tienen ya permisos de trabajo, para los que se puede aplicar solo cinco meses después de solicitar asilo.
Y aunque estas familias han tomado las medidas necesarias para estar en el país legalmente, aún hay temor.
“Con todo lo que estamos viendo … incluso alguien con asilo tiene un poco de miedo en la calle”, afirma Oscar.
Antes de la toma de posesión de Trump, se anunció que Chicago sería la “zona cero” de las redadas y la deportación.
Las hermanas y otras organizaciones religiosas locales distribuyeron paquetes y tarjetas de “Conozca sus derechos” tanto en inglés como en español. Se realizaron capacitaciones en iglesias locales y por Zoom.
En las primeras semanas del nuevo gobierno, las hermanas reportaron que muchas de sus familias mantuvieron a los niños en casa y evitaron ir a trabajar. Las hermanas les dijeron a muchos de ellos que no asistieran a la iglesia.