CIUDAD DE MÉXICO (EFE).— Tras más de cuatro años desaparecida, los restos de Jael Monserrat Uribe Palmeros, hallados por su propia madre, fueron colocados ayer en la Glorieta de las Mujeres que Luchan, en el centro de Ciudad de México, en un acto de memoria y resistencia.
El retraso de más de 4 horas en la entrega de los restos óseos de parte del Instituto de Ciencias Forenses (Incifo) no detuvo la protesta y homenaje a la memoria de la joven, quien desapareció el 24 de julio de 2020, a los 21 años.
Escoltado por decenas de activistas y familiares, un ataúd blanco cubierto de pétalos de rosa descendió de una carroza blanca, en las inmediaciones de la avenida Reforma, en el corazón de la capital del país.
Al frente, su madre, Jaqueline Palmeros, encabezó una caminata y acto solemne, acompañada de colectivos feministas, activistas y artistas como Vivir Quintana, intérprete de la canción “Vivir sin Miedo”.
“Hoy Monse regresa a casa, pero no fue fácil, nada fácil”, compartió Jaqueline con un nudo en la garganta. Y relató el “vía crucis” que atravesó para encontrar a su hija, afrontando constantes revictimizaciones de las autoridades, desde la negativa a buscarla hasta el ocultamiento de videos de parte de la Fiscalía General de Justicia de Ciudad de México.
“Aún recuerdo cuando fui a levantar la denuncia y me dijeron que me esperara, pues tal vez andaba de fiesta o se había ido con el novio”, recordó Jaqueline.
“Nunca aplicaron el protocolo homologado de la búsqueda inmediata”, agregó.
Crisis forense
Asimismo, denunció que la indolencia oficial continuó en el Incifo, “donde no querían perfilar los restos”, argumentando “falta de recursos humanos y materiales para poder identificarlos”.
Además, narró cómo ella misma, con sus manos y recursos, encontró los huesos de su hija en el cerro del Ajusco, en el sur de la capital, tras tres días de búsqueda exhaustiva, mientras las autoridades solo observaban.
“Es realmente indignante porque nosotros lo hacemos por amor, por dolor, por la necesidad de saber algo de nuestras personitas desaparecidas, pero ellos lo tendrían que hacer por obligación, porque cobran un sueldo, porque tienen conocimientos, y solamente nos miraban trabajar”, expuso la fundadora del colectivo “Una Luz en el Camino”.