Tras tres horas de apagón, el hombre de 80 años observa con desgana el mar rompiendo sobre el Malecón de La Habana, a apenas unos metros de su casa, situada en el emblemático edificio Girón, un bloque de viviendas de 17 plantas.
“Tengo que esperar a que mi nieto vire del trabajo para subir. Yo vivo en el 9”, explica a EFE.
El edificio -un gigante de estilo brutalista inaugurado en 1967- ha sido víctima del paso del tiempo, el salitre y la falta de mantenimiento. Pero para el hombre la mala condición de esta torre doble de concreto con un total de 132 apartamentos -y muchas personas mayores- es lo de menos.
Los frecuentes apagones, agudizados durante las últimas semanas en la capital cubana, sí son un problema. Y para buena parte de sus vecinos con movilidad reducida, también.
Un apagón, explica, es la diferencia entre usar el ascensor al volver de la bodega o tener que subir, a oscuras, nueve plantas de escaleras en mal estado, sin barandillas ni pared que separe los escalones del abismo.
Carmen, una vecina de 42 años del piso 11, explica que su esposo, inhabilitado por un infarto cerebral, y su padre, también octogenario, sufren también con los apagones, aunque su elevador estaba ya estropeado. “¿Ascensor? No, mijo. Ese está roto desde hace tres meses. Y nadie viene a arreglarlo”, se queja con EFE.
Un incendio en junio descompuso el ascensor. Antes de eso, estuvo sin operar tres años, según cuenta. “Y cuando funcionaba había que anticiparse al apagón o te quedabas atrapado”, remata.
La única luz en esas noches sin corriente es la que irradia el hotel de cinco estrellas que se eleva a unos metros del edificio Girón. “Tienen una planta. Es lo único que nos da un poco de visión”, cuenta.
Los apagones, relata, han venido a empeorar las condiciones de las personas mayores en el Girón, muchas de las cuales deben encerrarse en las cuatro paredes de sus apartamentos. Sobre todo quienes viven en la parte más alta, para evitar el disgusto de no poder subir -o bajar- hasta encontrar la ayuda de un buen samaritano.
“Yo misma tengo que pedir ayuda para subir la comida que compro en el agro (mercado agrícola). He perdido una pila de libras porque padecí dengue hemorrágico y antes de eso me diagnosticaron cáncer de colon”, lamenta.
Un problema recurrente
El fantasma de los apagones aparece y desaparece en La Habana según los vaivenes de un país en una crisis energética cronificada por la falta de combustibles (derivada de su falta de divisas) y las repetidas averías en sus obsoletas centrales termoeléctricas, con más de cuatro décadas de uso y una falta crónica de inversiones y mantenimientos.
Aunque La Habana había sido aislada del problema —por su importancia, al ser el punto de entrada del turismo y sede del poder político y económico— los picos de la crisis le están pasando factura. Sucedió en los veranos de 2021 y 2022, a comienzos de este año y, de nuevo de forma recrudecida, en las últimas semanas.
En varias jornadas de esta semana se han sufrido tasas máximas de déficit energético por encima del 40 por ciento en los momentos de mayor demanda. Esto es, cuatro de cada diez bombillos del país son apagados a la fuerza. Son unos de los peores registros del año.
Sin corriente -en algunos lugares hasta por 20 horas al día- el país se paraliza: no funcionan los semáforos, los cajeros automáticos, los servicentros (gasolineras), el pago electrónico de las tiendas, las oficinas de la administración, las cocinas eléctricas de la mayoría de hogares, y las bombas de agua de las ciudades y de las viviendas. Por citar sólo unos ejemplos.
Además del daño económico -el Producto Interno Bruto (PIB) se contrajo en 2023 un 1.9 por ciento, según datos oficiales-, los apagones atizan el descontento social, visible en la oleada migratoria sin precedentes de los últimos años y en las inusuales protestas acaecidas desde 2021 en la isla.
Con el sistema eléctrico nacional en unas condiciones tan precarias, el Gobierno cubano está impulsando un plan para poner en marcha, con ayuda china, 100 parques solares de aquí a 2028 con una capacidad instalada de 2 mil megawatios. Pero los efectos de esta iniciativa aún están por verse en la isla. También en el edificio Girón.
Con información de EFE