Ya lo dijo Nick Cave, porque Nick Cave dice muchas cosas: siempre está ahí, pero, de repente, de verdad se puede decir que Dios está en la casa. Y así fue en el Estadio GNP Seguros de la CDMX, donde se han presentado infinidad de artistas que, de alguna u otra forma, han rozado con él… con Dios, es decir, con Eric Clapton. Pero ayer Él se hizo presente.
Un Dios no perfecto y, ahí sí, muy a imagen y semejanza de quienes lo siguen. Ahhhh cómo hizo renegar de él con sus posicionamientos antivacunas, durante la pandemia. Quizás más que cuando cayó en la tentación y le bajó la esposa a George Harrison. Pero, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y, a final de cuentas, quién es uno para juzgar… y menos a quien ha hecho del blues una religión y de sus presentaciones unas auténticos eventos sacros.
Los peregrinos llegaron tarde. La gran mayoría no pudo o no quiso ver a Gary Clark Jr. Aún así, tuvieron que correr para agarrar sus lugares, cuando sonaron puntualmente los acordes pesados de “Sunshine of your Love”, la primera de la noche. La primera de pocas, por que, aunque es mucho lo que abarca la omnipresencia de Clapton en la historia moderna de la música (Yardbirds, Cream, John Mayall &The Bluesbreakers, Blind Faith, Derek & The Dominos… y un sinfín de colaboraciones, evocaciones y obra solista) el setlist fue breve.
Breve como una epifanía y seguramente de ésas muchos tuvieron varias. Simplemente con verlo ahí, al que se dio el lujo de ya no querer tocar con Jimmy Page y a quien Hendrix no dudó en mostrar admiración. El de “While my Guitar Gently Weeps”. Amigo de Dylan y B.B King. Par de Robert Johnson. Una presencia que se reveló en potentes y precisas ejecuciones de “Hoochie Coochie Man”, “Crossroads”, “Key to the Highway” y, especialmente, en “Old Love”, en donde el solo que salió de su “Blackie” elevó a todos hasta lo más alto. A donde Él pertenece.
Y no podía faltar. Durante el set acústico, Eric Clapton tocó “Tears in Heaven”. Pero, aunque sus melancólicas notas de inmediato remiten a su trágica raíz, no se puede decir que fue una interpretación dolorosa. Por el contrario. En ella hubo cierta candidez. Transmitiendo un sentimiento reconfortante que sólo pueden transmitir quienes ya superó todas las adversidades. Incluso las más imaginables e inesperadas.
Clapton llenó todo. Sobre el escenario el y sus músicos. Musicazos todos ellos. Y Dios es compartido, tanto que permitió en todo momento que se lucieran. Y así lo hicieron. Sobre todo el tecladista Tim Carton, quien no dejó de aporrear su Hammond, haciéndolo vibrar y sacándole notas que, por veces, alcanzaban a la de la Stratocaster divina.
Hora y media duró. Tal vez un poco más. Pero no tanto. Luego de “Cocaine”, fue por Gary Clark Jr. y juntos tocaron “Before Accuse Me”. Él con una guitarra con los colores de la bandera de Palestina (así como ha sido juzgado, juzga). Luego junto a todos y se despidió. Muchos esperaron a su regreso, pero todo acabó cuando se encendieron las luces y en el sonido local se dejó correr el tema de La Pantera Rosa.
“Señor, ¿por qué me has abandonado?”, se pudo haber exclamado. Pero así, de repente, la molestia por lo breve se convirtió en satisfacción de haber visto a uno de los mejores músicos de los últimos tiempos. A Dios, al que siempre está presente y, ahora, después de 23 años de no hacerlo en México, se apareció en persona.
Eric Clapton, Estadio GNP Seguros – 3/10/24