CIUDAD DE MÉXICO (AP).— El Partido de la Revolución Democrática (PRD), clave en la transición de México hacia la democracia y que protagonizó las elecciones más disputadas de la historia del país, comenzó lo que se perfila como el principio del fin de sus 35 años de historia.
Antes incluso de que el Instituto Nacional Electoral anunciara el lunes por la noche que perdía su registro como partido político nacional, al no conseguir el 3% de los votos en las elecciones del 2 de junio pasado, varios vídeos divulgados por medios locales ya mostraban cómo algunos de sus militantes sacaban cajas, plantas y objetos personales de muchas de sus oficinas, que comenzaban a vaciarse.
El proceso administrativo para su extinción será largo y el PRD —el tercero grupo político en número de militantes, con casi un millón de afiliados— juega su última carta impugnando algunos conteos ante el tribunal electoral que se atisban complicados de ganar.
“Perdió medio millón de votos y se ha convertido en una oposición testimonial porque la mayor parte del discurso de la izquierda lo ha acaparado (el partido oficialista) Morena”, explicó Georgina de la Fuente, académica integrante del Observatorio de Reformas Políticas de América Latina.
En su opinión, uno de sus problemas del PRD es que no logró renovar ni su discurso ni a sus líderes.
Historia del PRD en México
El PRD surgió en 1989 como una confluencia de muchas corrientes de la izquierda mexicana —parte de ellas surgidas del PRI— y su historia está ligada fundamentalmente a dos grandes figuras de la política mexicana: Cuauhtémoc Cárdenas, hijo de uno de los presidentes más icónicos de México, y el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Ambos construyeron una alternativa política de izquierda que todos los académicos consideran que fue clave para la transición democrática de México, aunque el PRD nunca llegó a ganar la Presidencia.
Pese a los fracasos en las presidenciales, el PRD había sido “el partido de izquierda por excelencia y una oposición muy efectiva”, afirmó Georgina de la Fuente.
Además, gobernó Ciudad de México —considerada hoy la más progresista del país— desde que esta entidad comenzó a elegir a sus jefes de gobierno por voto popular. Cárdenas fue el primero, en 1997, y López Obrador gobernó de 2000 a 2005.
Pero el partido nunca se recuperó de la derrota presidencial de 2012 que provocó, primero la salida de López Obrador para crear su propio movimiento, Morena, y luego la de Cárdenas.
Morena nacería formalmente en 2014 y reclutaría a muchos de los cuadros políticos del PRD, pero no logró convencer a Cárdenas, que se mantuvo al margen y se convirtió en una de las figuras políticas más respetadas de México, incluso por sus contrincantes políticos.
En el seno del PRD se inició lo que Agustín Basave, politólogo y expresidente del partido, llamó “la etapa de las tribus”, un periodo de luchas internas que Basave intentó reunificar sin éxito cuando asumió la dirigencia del grupo por un breve periodo entre 2015 y 2016.
Según explicó en entrevista con AP, la falta de institucionalidad y la corrupción fueron los dos factores que provocaron la pérdida de peso del grupo junto al hecho de que las derrotas electorales se volvieran rentables para que el PRD pudiera hacer pactos con otras agrupaciones, como el PRI y el PAN. “Su identidad quedó entonces totalmente desdibujada”, afirmó Basave.
El último ejemplo es la coalición opositora que compitió en las elecciones generales del pasado 2 de abril y en la que el PRD, aliado con los conservadores del PAN y el PRI —una alianza antinatura—, registró su más estrepitosa derrota.
A la espera de que el tribunal electoral resuelva las impugnaciones, el presidente del PRD, Jesús Zambrano, ha insistido en que la batalla no está perdida. El partido “sigue teniendo una fuerza fundamental en el país”, dijo poco antes del comunicado del INE, el lunes.
Nadie descarta que el PRD pudiera renacer con ese u otro nombre. “La militancia sigue estando ahí y las agendas de izquierda siguen estando ahí, puede ser un momento para renovarse”, dijo Georgina de la Fuente.
“Es el espacio natural para el surgimiento de un partido socialdemócrata en México”, señaló Agustín Basave, politólogo y expresidente del partido. “Si deja de existir, pues entonces habrá que empezar de cero. México necesita nuevos partidos políticos”.
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