El triunfo presidencial de José Raúl Mulino en las elecciones de Panamá visualizan entre la población un horizonte del posible retorno de esa época de bonanza económica que fue la Administración del expresidente Ricardo Martinelli, a quien el nuevo mandatario electo sustituyó in extremis tras su inhabilitación como candidato tras una condena por corrupción.
“Impulsaremos un Gobierno pro inversión, pro empresa privada, pero sin olvidar a los que tienen hambre, a los que quieren un empleo y de los que necesitan agua potable en todo el país todos los días”, dijo Mulino en su discurso ayer tras alcanzar la victoria como presidente electo en los comicios generales con el 34 por ciento de los votos.
Este discurso es el que mantiene entusiasmados a algunos sectores de la población, como es el caso de Carlos Enrique Robinson, un vendedor informal: “Me gusta este presidente porque creo que va a ayudar a la gente de Panamá que está pobre. Creo que va a ayudar a los pobres que tienen muchas dificultades aquí en Panamá porque no tienen plata (dinero), tiene que trabajar en la calle”.
Mulino basó su precipitada campaña política en prometer que el país “volverá a brillar económicamente como lo hicimos en el Gobierno de Martinelli”, a quien sustituyó a tan solo dos meses de las elecciones después de que el expresidente se asilara en la Embajada de Nicaragua al recibir la condena por lavado de dinero.
Pese a la multitud de casos de corrupción que le rodean y de la cultura del despilfarro que se le atribuye a Martinelli, en su mandato Panamá se consolidó como la nación con el mayor crecimiento económico de la región además de construir el primer metro de Centroamérica.
Ahora Panamá atraviesa una crisis económica reflejada en la caída del ritmo de crecimiento del producto interno bruto (PIB), que se espera sea de alrededor del 2.5 por ciento este año frente al 7.3 por ciento de 2023. Un frenazo que se atribuye a las consecuencias de la pandemia y su manejo, con una economía y empleo que no termina de recuperarse tras la caída del 17.9 por ciento del PIB en 2020, a la crisis hídrica en el canal interoceánico que hará mermar los ingresos de la vía y sus aportes al Estado y al cierre en 2023 de la gran mina de cobre.
“Tengan confianza en que las soluciones comenzarán muy pronto (mediante) gestiones que haré con empresas privadas nacionales e internacionales para mover el dínamo de la economía”, prometió Mulino en la noche electoral.
La mano dura
“La seguridad está horrible. Este Gobierno (el saliente de Laurentino Cortizo) no sé lo que hizo, pues se dedicó fue a enriquecerse ellos y no ayudar a nada del pueblo”, señala Isis Gonzáles, una ama de casa de 38 años, con su bebé en brazos.
Parte de los panameños esperan que Mulino, ese hombre con imagen de carácter fuerte, también tenga “mano dura” con la seguridad. Temida por muchos, esa fama de firmeza que Mulino carga se remonta a su época de ministro de Seguridad durante el Gobierno de Martinelli.
En 2010 se forjó esa reputación tras la represión durante las protestas de trabajadores bananeros en ese año en la región de Bocas del Toro (Caribe), que culminó con un saldo de dos fallecidos, decenas de heridos y más de un centenar de detenidos.
“No me río mucho, pero sé hacer las vainas (cosas) cuando tienen que hacerse”, enfatizó Mulino entre risas durante su palabras de triunfo arropado de sus simpatizantes.
Con información de EFE
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