
20 DE JUNIO-“28 años después” marca el esperado reencuentro entre el director #DannyBoyle y el guionista #AlexGarland, quienes hace más de dos décadas revolucionaron el #cine de terror con “28 días después”. Esta nueva entrega mezcla terror, apocalipsis y drama familiar, envolviendo al espectador en un mundo que recuerda a la Edad Media pero con zombis más peligrosos y humanos más desesperados. La crítica de la BBC no escatima en elogios para el estilo visual y la forma en que Boyle maneja cada escena, manteniendo la tensión con una fotografía impactante y cortes de edición frenéticos.
Este filme no solo es una continuación, sino un experimento que combina acción brutal y un retrato de la locura humana. La historia se centra en una comunidad aislada, que fabrica sus propias armas y vive sin avances tecnológicos, como si la plaga hubiera devuelto al mundo a la época medieval. A pesar de su ritmo dinámico, la película revela sus costuras cuando intenta equilibrar el discurso político de Garland con el toque comercial de Boyle.

Ralph Fiennes roba cámara
Si algo destaca en “28 años después” es la actuación de Ralph Fiennes, quien aparece a mitad de la trama para convertirse en la figura más compleja y humana de la película. Su personaje, Kelton, es un médico que vive apartado, rodeado de un templo decorado con huesos humanos, recordando al espectador la fragilidad de la vida. Su aparición aporta un respiro psicológico y eleva la historia a otro nivel, brindando uno de los momentos más memorables de esta secuela que, aunque irregular, ofrece escenas dignas de debate.
Los nuevos infectados, que evolucionaron desde la primera entrega, resultan inquietantes: algunos son lentos y pesados, otros más rápidos e inteligentes. La crudeza de las escenas de cacería, protagonizadas por Jamie (Aaron Taylor-Johnson) y su hijo Spike (Alfie Williams), expone la desesperación por sobrevivir en un mundo donde la humanidad parece un recuerdo lejano. La violencia explícita y la sangre a chorros mantienen el tono salvaje que hizo famosa a la saga.

Aunque hay momentos en que el guion se enreda, especialmente en la subtrama de la familia y su carga emocional, Boyle logra rescatar la atención del público con secuencias cargadas de acción visceral y detalles simbólicos. La grabación del poema “Boots” de Kipling y la cuarentena impuesta a Gran Bretaña abren la puerta a una reflexión sobre la política del aislamiento, aunque la cinta no profundiza en ese ángulo.
La crítica coincide en que esta secuela se siente más como un híbrido de ideas poderosas que una obra cohesionada. Sin embargo, su potencia visual y la interpretación de Fiennes son razones suficientes para que los fans de la saga y del terror zombi no se la pierdan. Además, promete ser solo la primera entrega de una nueva trilogía que ya tiene fecha para continuar con “28 años después: El templo de los huesos”.
Con esta apuesta, Boyle y Garland demuestran que, a pesar de las costuras visibles en su historia, aún pueden ofrecer un cine de terror que desafía la comodidad del espectador y lo obliga a adentrarse en la jungla de la locura humana. “28 años después” no reinventa la rueda, pero sí recuerda por qué su antecesora se convirtió en un referente del género.

La verdad es que me parece genial que se hable de este tema, porque es algo que nos afecta a todos. Sin embargo, creo que falta más información sobre cómo podemos ayudar o involucrarnos. No solo se trata de hablar, sino de hacer algo al respecto.
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