
Una cifra alarmante pone de relieve la profunda desigualdad social en México: 1.4 millones de niñas y niños menores de 5 años sufren de desnutrición crónica. Este número representa el 13.9% de la población infantil en ese rango de edad, una estadística que va más allá de un mero registro numérico para convertirse en un reflejo de las carencias estructurales que persisten en el país.
El problema de la desnutrición crónica no se limita a la falta de alimento en un momento dado, sino que es un estado prolongado de carencia de nutrientes esenciales. Esto tiene consecuencias devastadoras y permanentes en el desarrollo de los infantes, sembrando las bases de la desigualdad desde el nacimiento.
La afectación que provoca la desnutrición crónica es integral. El desarrollo físico de los niños se ve comprometido, resultando en baja talla y un sistema inmunológico debilitado. Sin embargo, el daño es aún más profundo en los aspectos cognitivos y emocionales, limitando su capacidad de aprendizaje y afectando su salud mental a futuro.
Concentración Geográfica de la Desnutrición 🗺️

Es crucial añadir que la incidencia de desnutrición crónica no es uniforme en el territorio nacional. Los estados del sur de México, especialmente aquellos con alta población indígena y rural, como Chiapas, Guerrero y Oaxaca, presentan tasas significativamente más altas que el promedio nacional. Esta concentración geográfica subraya que el problema está intrínsecamente ligado a la pobreza extrema, la falta de acceso a servicios básicos y la exclusión histórica de estas comunidades. La desnutrición crónica es, por lo tanto, un marcador de la brecha de desarrollo regional en el país.
El hecho de que 1.4 millones de niños enfrenten esta condición señala que la desnutrición crónica es un problema que no solo atañe a la salud, sino que es un desafío de derechos humanos y de justicia social. Al afectar el desarrollo cognitivo, esta condición limita las oportunidades futuras de los niños, perpetuando el ciclo de pobreza de generación en generación.