
Un escándalo mediático ha explotado en China tras la detención de un hombre de 38 años, conocido en redes como “Sister Hong”. Usando peluca, maquillaje, ropa femenina y filtros de voz, se hacía pasar por mujer para atraer clientes sexuales a través de aplicaciones de citas desde Nanjing. Una vez en su domicilio, grababa secretamente a sus víctimas —algunas estimaciones apuntan a más de 237 personas— y luego vendía esas grabaciones en grupos privados de pago por aproximadamente 150 yuanes cada una.
Lejos de tratarse de un simple travestismo, el caso ha conmocionado por lo metódico del engaño: Jiao captaba confianza construyendo una identidad ficticia de mujer casada, ofrecía encuentros en especie (comida, productos básicos o electrodomésticos) y una vez concretado el encuentro, grababa sin permiso. El material alcanzó millones de visualizaciones en plataformas como Weibo, generando viralidad, burlas públicas y una intensa discusión sobre privacidad digital y salud pública.
Actualmente enfrenta cargos por producción y distribución de contenido obsceno, violación a la privacidad y uso no autorizado de imagen. La investigación también indaga si alguna de las víctimas fue menor de edad o si Jiao contagió intencionalmente enfermedades como VIH, lo que podría derivar en penas sumamente severas, incluidas décadas de prisión o incluso cadena perpetua y pena de muerte según la legislación china.