
En un giro trascendental hacia el desarrollo sostenible, el estado de Hidalgo está consolidando su papel como pionero en la transición energética nacional. Gracias a una visión gubernamental alineada con las metas globales de sustentabilidad y a una red de alianzas estratégicas con empresas e instituciones educativas, la entidad se perfila como un centro neurálgico de innovación en energías limpias. Esta apuesta no solo impulsará la economía local, sino que también contribuirá activamente a la lucha contra el cambio climático y al bienestar de miles de familias hidalguenses.
El proyecto más emblemático hasta ahora es el parque solar que construirá Dhamma Energy, una empresa de capital franco-español. Este parque fotovoltaico se instalará entre los municipios de Singuilucan y Epazoyucan, y tendrá una inversión monumental superior a los 6 mil 460 millones de pesos. La iniciativa no es improvisada: cuenta con todos los permisos federales, el respaldo legal necesario y la validación técnica del gobierno estatal, lo que garantiza su viabilidad a largo plazo.
La Secretaría de Desarrollo Económico de Hidalgo (Sedeco), encabezada por Carlos Henkel Escorza, ha sido clave en la atracción y acompañamiento de este tipo de inversiones. Según Henkel, este tipo de proyectos son el reflejo de una estrategia estatal clara, en la que las energías limpias son pilar esencial para el crecimiento económico, la generación de empleos y la atracción de empresas que buscan operar en entornos sustentables.
Además de la inversión extranjera, Hidalgo ha tejido un ecosistema institucional sólido para respaldar esta transición. La creación de la Agencia Estatal de Energía de Hidalgo (AEEH) ha permitido coordinar políticas públicas, diseñar programas sociales energéticos y promover la innovación científica con aliados estratégicos como la UNAM, a través de su Instituto de Energías Renovables (IER). A través de un convenio de colaboración, se están desarrollando líneas de investigación, formación profesional y transferencia tecnológica que fortalecen la soberanía energética local.
Uno de los ejes más interesantes de esta política energética es su enfoque social. No se trata solamente de generar energía, sino de hacerlo con justicia. El gobierno de Hidalgo ha implementado el programa “Energía para el Bienestar”, que promueve el uso de calentadores solares en comunidades vulnerables y otorga apoyos directos para mejorar la eficiencia energética en viviendas. A ello se suma la iniciativa “Becas para la Sostenibilidad”, dirigida a jóvenes estudiantes que desean formarse en carreras vinculadas a energías renovables y tecnologías limpias.
La dimensión comunitaria también es fundamental. En muchos casos, los terrenos en los que se instalarán estos proyectos solares son propiedad ejidal, lo que representa una oportunidad directa para que los habitantes obtengan ingresos estables mediante contratos de arrendamiento. Además, se imparten talleres de capacitación para que los pobladores puedan integrarse a las cadenas productivas del sector energético.
En términos de infraestructura, Hidalgo ha trabajado en ampliar su red de transmisión eléctrica, garantizando que la energía generada pueda distribuirse de forma eficiente a lo largo del país. También se analizan proyectos de cogeneración con gas y almacenamiento de energía para aumentar la capacidad instalada y mejorar la confiabilidad del sistema.
El impacto no se limita al ámbito energético: la apuesta por energías limpias también transforma el rostro económico de Hidalgo. Alrededor de esta transición se están desarrollando “polos de vocación energética”, zonas geográficas estratégicas que concentran inversión, talento y tecnología. Estos polos no solo crean empleos directos en la instalación y operación de plantas, sino que dinamizan sectores como la construcción, la ingeniería, el transporte y la manufactura de componentes solares.
La visión hidalguense está alineada con las mejores prácticas internacionales. El estado forma parte de REDMEREE, la Red de Mujeres en Energía Renovable y Eficiencia Energética, promoviendo la participación activa de las mujeres en todos los niveles del sector. Esta perspectiva de género refuerza la idea de que la transición energética no es solo una necesidad ambiental, sino una oportunidad social.